martes, 22 de septiembre de 2009

ROMULO Y REMO

La orfandad y el arrepentimiento (versión argentina)
Posiblemente sea el mismísimo Néstor Kirchner quien mejor ha digerido el mensaje de las urnas:
La fiera sabe que está cercada por todos los frentes y por eso decide atacar en la lucha final.

Un documental en la televisión abierta muestra de qué manera los vecinos conviven en pleno centro de la ciudad capital con bandas claramente identificadas que trafican paco y marihuana, entre otras drogas.
Simultáneamente, un juez federal denuncia en los medios un entramado de falsificación de medicamentos que "se ha cobrado miles de muertos".
Palabras de la autoridad judicial.
Sin embargo, no hay operativos ni acción del Estado en el reducto del narcotráfico, y tampoco hay detenidos en el caso más macabro de corrupción que envuelve a gremialistas, gobierno y sindicatos.
Hasta es posible que todo ello, en pocos días y pese al avance de la Ley de Medios, vaya opacándose en las portadas de los diarios.
¿Por qué habríamos de sorprendernos?
Del mismo modo se esfumaron Skanka, la bolsa de Felisa Miceli en el ropero, la venta de autos diplomáticos que prometiera desentrañar una trama de complicidades vastas, la desaparición de Jorge Julio López, el boicot encargado por el mismísimo Néstor Kirchner a Shell como primer paso hacia los capitales privados, los vándalos que con cruces esvásticas generaron disturbios en un acto de Israel, el Caso Grecco, la valija de Antonini Wilson, y otras también.
Ninguno de los episodios que jaquearon la gestión kirchnerista siguieron un curso medianamente razonable, es decir: principio, desarrollo y desenlace.
Los finales abiertos y el olvido soberano ha sido, en contrapartida, el telón que sesgó la obra sin que nos importara demasiado.
¿Será diferente ahora lo que acontezca en esta historia fellinesca donde el malvado de la película avanza sobre el poder mediático?
Al parecer, el desenfreno presidencial se perpetúa sin que le importe demasiado quién o cuáles son los obstáculos.
Liberados los goles, se secuestró la media sanción que le diera al proyecto de la Ley de Medios la Cámara de Diputados en una actuación memorable sino fuera porque no se la vió en celuloide sino en 3 dimensiones.
La estrategia para evitar que el vicepresidente enviase la norma a cinco comisiones para su evaluación, se topó con el más absoluto silencio.
Sin duda era ingenuo esperar una toma del Congreso por parte de los legisladores que no votaron a favor así como de aquellos que resultaron electos el pasado 28 de junio.
¿Por qué deberían haberlo hecho? Quizás porque representan al pueblo.
También es cierto que el pueblo no ha tomado conciencia de que ese es el real papel que cumplen dichos funcionarios.
Los observa desde afuera como si no los tocara un ápice todo lo que está pasando.
Cuando adviertan que los más perjudicados no serán el grupo Clarin ni el multimedios de América, etc., será tarde para la queja.
Hay que ser demasiado ingenuo para creer que el castigo es apenas hacia un determinado conglomerado económico que se revelara, de la noche a la mañana, apoyando al sector agropecuario.
La venganza ahora es contra toda una sociedad que le diera la espalda al matrimonio presidencial.
Una cosa es que Néstor Kirchner obre como si no supiera qué resultado arrojó la última elección, y otra muy distinta es darse cuenta que, tomando nota del mismo, redobla la apuesta a sabiendas que el fragor popular se ha acallado.
Posiblemente sea el mismísimo Kirchner quién mejor ha digerido el mensaje de las urnas.
Sabe que está cercado por los cuatro lados y por ello, justamente, la fiera decidió atacar en una lucha que sabe, es la final.
No porque no pueda avanzar más sino porque inevitablemente saldrá mal herido de la estocada.
Si acaso no se resuleve el periodo de tiempo que la ley en ciernes le otorga a los titulares de medios para malvender sus "sobrantes" repentinos (los mismos que les adjudicó a muchos de ellos el kirchnerismo); durante un año, el ex mandatario que sigue ejerciendo el cargo, habrá de beber de su propia medicina.
Falsificada, "trucha", vencida.
No es casual que, como si fuesen retoños esperando la primavera, surgan ahora todas las causas por corrupción que la mayoría sabíamos que existían.
Genera duda en demasía observar a una Justicia tan rauda cuando su característica hasta ayer fue la parsimonia que la anulaba.
O hay un interés subyacente detrás (el afán de irse del poder con la "cosa juzgada" de manera que no pueda investigarse después) o el circo será demasiado obvio que termine hartando a la misma ciudadanía.
En ese caso se perderá la atención, y el devenir de las causas quedará en la nada.
Historia repetida.
Ambas circunstancias son sabidas en la mentada mesa chica donde se rearma la fuerza del matrimonio presidencial que no cesa en urdir escapes hacia adelante.
Paradójicamente o no, lo mismo hacen aquellos que alguna vez se dieron en llamar "la oposición".
Ha habido ofensas cuando -desde este mismo espacio-, se puso en tela de juicio que fueran una alternativa válida a la actual gestión.
No sólo se han esmerado en demostrar sus flaquezas sino que muchos de ellos hoy oscilan entre "la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser".
Por eso deciden volver.
Vuelven al llano porque consideran que es mejor pájaro en mano y porque la extorsión se pudo hacer con pruebas fehacientes.
Se aseguran un bienestar de cortoplazo.
¿Alguien puede afirmar que quienes adhirieran al último atropello del gobierno no aparezcan en algun mañana probable denunciando oscurantismos, y hasta consiguiendo el visto bueno de los vecinos?
La memoria de los argentinos es endeble y porosa para el olvido.
Quizás sea, la Argentina, la excepción que obra de regla para que se afirme el absurdo del que no se vuelve.
Acá los regresos son moneda corriente, y el juicio crítico soberano brilla por su ausencia.
La gente deja hacer embebida de la versión oficialista:
Esta es una guerra entre poderes.
Es factible que algo de ello haya, pero detrás hay una trama de silencios que inevitablemente la ha de afectar.
Por ahora el fuego no ha hecho bullir demasiado el agua y el calor se aguanta.
Mientras ese hastío se mantiene en letanía perenne, desde Olivos se pergeña la próxima asonada.
Han gastado ya las balas del complot, la conspiración, el golpismo, el neoliberalismo, y los destituyentes.
Todos argumentos caducos a esta altura de las circunstancias donde el lado que se ataca no presenta contrincantes.
Sin embargo debían idear la excusa que amerite justificar el modo con el cuál pretenden acceder a los fines.
Surge pues el "neogolpismo", otro concepto vacío.
Pero en el reino de los eufemismos habrá quién sospeche que algo de eso sucede. Cortinas de humo y mitos que sólo cooperan a darle tiempo a las fieras.
Si Julio César Cobos es -en términos de José María Díaz Bancalari-, "un De la Rua plus",
¿cómo erigirlo "neogolpista" simultáneamente?
La contradicción sigue siendo característica intrinseca de los obsecuentes.
En ese trance, la figura del vicepresidente posiblemente obre como placebo en este escenario donde está en duda hasta la efectividad de los remedios.
Si bien se lee, la proclama de Cobos apelando a ceder para lograr consenso, no es más que un enunciado de buenas intenciones.
Aplaudible en medio de la crispación creciente, pero poco útil a la hora de limitar el accionar de los Kirchner.
Sigue siendo necesaria la acción en lugar de las palabras.
La oratoria vacía o vaciada le ha dado cierto espacio a la jefe de Estado, pero termina la escena flanqueada por el descrédito generalizado.
Aquella "oposición" que no termina de endurecerse ni de entender la demanda de la gente, corre peligro de caer en igual desatino.
Si sigue sumando deslices y frases célebres que luego no se corresponden en actos concretos y eficientes, la orfandad de la sociedad será total.
Y ante la desesperación de la nada, no dudará la fiera en dar su zarpazo, ni sería de asombrar que el huérfano termine mamando su leche y cobijándose bajo su vientre.