domingo, 20 de septiembre de 2009

EL SUPLICIO DEL PADRE CHRISTIAN

Nadie recuerda a ciencia cierta ~o ni siquiera sabe~ los motivos por los cuales fue condenado a muerte por martirio el Reverendo Padre Christian Federico von Wernich.

Está purgando ~ignorando por qué~ una lenta agonía por aislamiento, inanición y dolorosos tormentos en el Complejo Penitenciario Federal II de Marcos Paz, una inmensa “galera” inaugurada en agosto del año 2000, cuando oficiaba como ministro de Seguridad y Derechos Humanos de la Nación Ricardo Gil Laavedra, y Patricia Bullrich era la secretaria de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios.

Ninguno de los dos parece haber advertido que la construcción del enorme presidio fue más que precaria para abaratar costos.

Al llegar al tenebroso lugar, el visitante es rechazado por el olor nauseabundo, y queda impresionado por el fantasmagórico cuadro de amenazantes aves de carroña sobrevolando y perros chúcaros hurgando…

Por el hedor, enormes ratas por doquier y alimañas ponzoñosas.

Como rellenos sanitarios del Ceamse, el emporio de la mugre que se multiplica en tierras bonaerenses.

Lejos de erradicar estos lugares, el gobierno emprendió un curioso plan de reciclado:

Levantó un hermoso y maloliente complejo carcelario sobre uno de esos rellenos insalubres que bordean la localidad de Marcos Paz.

La construcción se inició en virtud del aumento del flujo carcelario, la demolición de la Cárcel de Caseros, y, en virtud de la emergencia las obras, éstas se realizaron sin ningún control por parte de los organismos de la Constitución.

Sólo el “seguimiento” de una Comisión Bicameral del Poder Legislativo, que nunca funcionó en los hechos, y ~por supuesto~ la Secretaría de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios.

Las consecuencias de la construcción de un complejo carcelario sobre un basural no se hicieron esperar y brotaron desde lo más profundo.

El agua que abastece a todo el complejo está contaminada, no es apta para consumo humano, por estar contaminada con diversas bacterias y tóxicos inorgánicos, algunos de ellos con efectos cancerígenos.

Por eso se recomienda al personal de carceleros no beberla, motivo por el cual deben “traerse agua de sus casas”.

Los proveedores del Estado licitan para suministrar “300.000 kg de carne de media res, 15.000 kg de frutas, 15.000 kg de verduras, aceite, puré de tomate”, entre otras mercaderías, pero el Jefe del complejo carcelario vende los insumos alimentarios de los internos y hasta los propios agentes penitenciarios, a través de la Proveeduría “San Cayetano”.

Con los productos que la Nación destina a internos y agentes del penal, organizó una “empresita” de catering que sirve desayuno, almuerzo y cena a los familiares de los pocos que pueden pagar.

El resto se distribuye para comercializar afuera o el consumo familiar de los “candados”.

Además, se suma el ingreso de camiones, que por la módica suma de 150 pesos descargan “basura, residuos peligrosos y líquidos cloacales, entre otras cosas”, en el predio federal.

En ese mazmorra está el sacerdote está alojado, como si fuera un criminal de altísima peligrosidad en una de las 90 fétidas unidades unicelulares del pabellón 5, “de lesa humanidad”, en el Módulo 4.

Se trata de una celda individual de 2,5 por 3 metros, sin ventanas, con una cama de hierro adosada a las paredes, una mesa, un taburete, un inodoro y un lavatorio, casi siempre secos, porque frecuentemente no llega el agua corriente, a veces hasta por el lapso crítico de 72 horas cuando no hay nada para beber.

La puerta de la celda está abierta entre las 8 y las 22, cuando se desconecta la electricidad.

Después comienza el silencio, y sólo se escuchan ~en susurros~ las letanías del presbítero junto al Santo Crisma que acompaña su incomunicación y clausura…

Porque un juez no católico le impidió confesar, celebrar misas en público o pronunciar homilías, como si el Juez Carlos Rozanski tuviera autoridad para aplicar el artículo 1336 del Código de Derecho Canónico y condenarlo a pena expiatoria como accesión.

En efecto, no se conoce proceso o sanción canónica (ajustada al derecho eclesiástico) contra el cura, lo que confluye a pensar que su condena es un símbolo.

La historia de su arbitraria misantropía no es menos tenebrosa que el entorno del campo de concentración de Marcos Paz:

Un basural que lo circunvala donde fluye el vertedero de desechos tóxicos, la basura y la red cloacal de la pequeña ciudad.

El olor nauseabundo es más tolerable que las ratas de grandes dimensiones que, deslizándose entre los barrotes, mordisquean a los confinados en caso de que logren dormir, a pesar del frío helado del invierno o las bandadas de mosquitos en verano.

Paradigma de la venganza política, todo se inició, hace largos años atrás, en los años 80, con la declaración de un policía corrupto ~condenado por varios hechos de robo a mano armada a 25 años de prisión~ en la cárcel de Olmos, a quien se le prometió la libertad si se avenía a colgarle un sayón deshonroso al sacerdote.

Siendo así el reo convicto Julio Emmed ~un ex agente de la bonaerense~ fue visitado por dos representantes de las organizaciones de la “Asamblea Permanente por los Derechos Humanos”, la Dra. Susana Aguad y el Dr. Raúl Aragón, ambos gestores de la Conadep que reunían testimonios para procesar a los mencionados por el impreciso libelo “Nunca Más”.

A través de la cabina de vidrio del locutorio del presidio le ofrecieron al “turco” Emmed 20.000 dólares en efectivo, la salida del país y la radicación en el exterior junto con su familia a cambio de supercherías contra el Comisario Etchecolatz y el Reverendo Padre von Wernich.

Siendo así, el perjuro aceptó la oferta y declaró ante la Cámara Federal en 1984.

Pero, como la Conadep no cumplió con su compromiso prometido, Emmed pidió ser llevado nuevamente ante los jueces que le habían recibido el falso testimonio.

Así las cosas, compareció ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas el 24 de julio de 1985 y se retractó por completo, haciendo lo propio ante la Cámara Federal y denunciando a la Conadep.

Sin embargo, como sucede en casos análogos, no se tuvo en cuenta su retractación, se la desestimó, y el embustero Julio Emmed fue asesinado en pocos días después de sus inconvenientes declaraciones de contrición rectificatoria y arrepentimiento.

A todo esto, el Padre von Wernich estaba absolutamente ajeno e ignoraba la confabulación para comprometer a la Iglesia mediante su propio escarmiento.

El mismo día que asumía como Párroco en Olavarría, la pacífica localidad fue invadida por una columna de ómnibus forasteros, provenientes de las inmediaciones de La Plata.

De los vehículos bajó una multitud de matones que agredió al Obispo de Nueve de Julio, entonces Monseñor José Victorio Tomassi, que venía a poner en funciones al Padre Christian, montando un escandaloso mitin en la capilla, donde el Presbítero sufrió su primer “escrache”.

El sacerdote, a consecuencia del hostigamiento consentido desde la política, fue comisionado por su Obispo a la Diócesis de Valparaíso, en Chile, donde llegó en diciembre de 1996, enviado por su Diócesis, para tener un año sabático.

Desde diciembre de 1996 a marzo de 1997 estuvo en la Casa de Ejercicios Espirituales de Padre Hurtado haciendo una experiencia personal en el Movimiento de Renovación Carismática y luego colaborando con dicho Movimiento.

Los fines de semana, trabajó pastoralmente en la parroquia de Con-Con, muy frecuentada todos los veranos por sacerdotes argentinos.

Su presencia allí consta en el Boletín Parroquial “Mauco”.

El 24 de marzo de 1997 fue recibido temporalmente en la diócesis de Valparaíso por Monseñor Francisco Javier Errázuriz. Después del período de renovación espiritual en la Casa de Ejercicios de Padre Hurtado anhelaba retomar su actividad sacerdotal en una diócesis en la cual pudiera servir en paz. Monseñor Errázuriz lo destinó, entonces, como vicario a la parroquia Nuestra Señora de los Dolores (más conocida como “la Parroquia de Viña”).

En junio de 1997 el Padre Von Wernich recibió la orden de su Obispo de Argentina, para quedarse cinco años en Chile, permiso que le es otorgado y después ratificado por el nuevo obispo de Nueve de Julio, Monseñor Martín de Elizalde. Entonces, el 19 de marzo de 1998 el P. Von Wernich fue formalmente nombrado administrador parroquial de la parroquia Madre de Dios.

Contemporáneamente el sacerdote trabajó como asesor de la Renovación Carismática y colaborador en la Pastoral de migrantes, preocupándose especialmente de los argentinos.

Así lo manifestó, con agradecimiento el Padre Pedro Nahuelcura, encargado de la Pastoral de migrantes, en declaraciones al diario La Estrella de Valparaíso el jueves 11 de octubre de 2007, página 11:

“Yo lo conocí (a Von Wernich), me ayudó en el tema de los migrantes argentinos, fue muy solidario, así que tengo los más bellos recuerdos de él, como pastor”.

En septiembre de 2001, siendo ya obispo de Valparaíso Monseñor Gonzalo Duarte, el Padre Von Wernich pidió autorización para viajar por espacio de seis meses a la Diócesis de Lancaster, Inglaterra, donde tenía amigos, con el fin de tomar distancia de las calumnias que llegaban de Argentina de las organizaciones de Derechos Humanos ~atribuyéndole disparates en la época en que había sido asignado capellán policial~ y también para hacer una experiencia de pastoral parroquial en Inglaterra.

El obispo de Valparaíso realizó su propia investigación, luego de la cual, convencido que los rumores eran absolutamente infundados y de la inocencia absoluta del sacerdote le concedió el permiso, tanto como el obispo de Lancaster.

Así renunció al cargo de administrador parroquial de la parroquia Madre de Dios. Tal su honestidad candorosa, que en mayo de 2002 el sacerdote regresó de Inglaterra con destino a Chile, pasando antes por Argentina para bendecir el matrimonio de una sobrina.

Ya en el país trasandino, el domingo 26 de mayo de 2002 asumió como Párroco de El Quisco.

Mientras tanto, el 1° de abril de 1998 la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Plata, junto a un grupo de “familiares de desaparecidos”, demandó ante la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata la apertura de un proceso en el que se investigaran los hechos que condujeron a la desaparición de personas en la zona de jurisdicción del Tribunal (La Plata, Berisso, Ensenada, zona sur del Gran Buenos Aires y parte del oeste de la provincia), y se usó el testimonio del muerto Emmed para inculpar a Von Wernich.

Recuerda el periodista Horacio Ricaldo Palma que, en el año 2003:

“La efímera revista TXT, fundada por el fallecido periodista [amarillista] Adolfo Castello ~que tenía la fea costumbre de apretar públicamente con noticias y cronistas falsos~ había denunciado al Padre Christian (por entonces en Chile) con datos falsos, tan apócrifos que el Cardenal Primado de Chile, y el Obispo de Valparaíso, Monseñor Duarte, se encargaron de desmentirlos públicamente.”

Sin que se dé a publicidad, el 5 de febrero de 2003 el fiscal fiscal federal en lo Criminal y Correccional Félix Crous pidió la detención y el llamado a declaración indagatoria del capellán de la Policía bonaerense Christian Von Wernich, acusado de “complicidad primaria en la privación ilegal de la libertad agravada y tortura durante la última dictadura cívico-militar”.

El 20 de abril de ese año el sacerdote partió a Argentina en uso de sus vacaciones, como hacía todos los años.

Días antes había informado pormenorizadamente al obispo Monseñor Duarte que el 13 de abril, Domingo de Ramos, se habían presentado en la Parroquia un grupo de supuestos “periodistas argentinos y chilenos” a hacer un reportaje y acusándolo en voz alta delante de los fieles de “asesino”, “torturador” y “violador de los derechos humanos”, tomando conocimiento entonces que en cualquier momento podría haber una denuncia por la prensa que escandalizaría a su Diócesis.

En dicha oportunidad el Obispo le volvió reiterar su confianza en que era totalmente inocente, debido a lo cual le preguntó luego si estaba dispuesto a presentarse a los Tribunales en Argentina en caso de ser requerido y le contestó que varias veces ya había sido citado como testigo, siempre se había presentado y nunca había estado detenido, ni declarado bajo arraigo, ni con embargo de bienes.

Y que si nuevamente era citado, nuevamente se presentaría porque no tenía nada que temer.

Pero la desinformación causó efectos devastadores.

Poco después se libró orden de procesamiento contra el cura. Desconcertado por las calumniosas argucias sobre su persona, el Padre Christian Von Wernich viajó de Valparaíso a Buenos Aires de inmediato, esta vez para presentarse directamente en tribunales y aclarar definitivamente su situación.

Pero en ese acto, en octubre de 2003 se ordenó la detención del religioso, sin posibilidad de excarcelación, arguyendo que “había intentado evadir la acción de la Justicia” argentina.

Nada más falaz, puesto que había concurrido voluntariamente a declarar lo que se le pregunte. Y así “transcribieron” en las actas judiciales su exposición, tergiversándola, pues cada vez que decía que fue capellán policial, pusieron la palabra “encubridor”, y cuando manifestaba el vocablo “comisaría” lo cambiaban por “centro clandestino de detención”.

Lo demás es historia conocida. El juicio patibulario no fue menos apocalíptico que su actual condición.

Sus días transcurren en las profundidades de la pavorosa fosa de Marcos Paz, donde el cura está recibiendo el “tratamiento especial”, reservado a sólo unos pocos suprimidos de todo atisbo de humanidad.

El “menú” del mediodía para el “pabellón de los descastados” es un caldo tibio grasoso donde flota un trozo de “marucha”, un corte de grasa, mucho hueso y un cintillo de carne de buey.

Se entrega a las tres de la tarde, mientras que la “cena” es la misma sopa, esta vez decididamente fría, a las cinco y media de la tarde.

El Padre no puede hacer nada sin autorización formal del juez Rosanzky, presidente del Tribunal que lo condenó a cadena perpetua sin pruebas, sin razón y sin Justicia.

Y a todo lo que solicita el magistrado se lo niega.

Como ya dijimos, no se permite a los otros prisioneros asistir a una misa pronunciada por el Padre.

Como “detalle” de confort, sobre el techo de su celda le emplazaron una radio desentonada que todo el día atormenta su paz interior con cumbia villera ~a todo volumen~ para circunscribirlo aún más en ese ambiente infernal y dantesco.

Tres días sin una gota de agua, ni posibilidad de acceder a la medicación indispensable para compensar las enfermedades de sus setenta y pico años de edad.

Sabe que lo poco que le reste de vida, la perderá en esa lúgubre mazmorra, donde su agonía será meticulosamente planificada y prolongada hasta el martirio.

La tortura psicológica está a cargo del médico del campo de concentración, el “doctor” Walter Sosa:

Cuando analiza la radiografía y el electrocardiograma que le revela al Padre, le dice que “tiene un soplo en el corazón y arritmias”, y que tendría que hacerse un “chequeo profundo” y “controles de alta complejidad” para mayor seguridad, ya que ~según su diagnóstico~ “está en riesgo de muerte inminente”.

Entonces le pregunta si “tiene obra social” para elegir un lugar y ser derivado al mismo.

La perversión de este “médico” penitenciario pasa por ahí.

Cuando Von Wernich lo mira sin comprender lo que escucha, Sosa estalla a las carcajadas e inmediatamente llama a un carcelero para devolver al Presbítero a su agujero infecto, donde el buen Padre permanece desconcertado no comprendiendo la etiología de tanta maldad.

Pasan los días, y los meses y otro año… sin ser visitado por el médico ni tratado por su hipertensión, indudablemente provocada por la comida insalubre, escasa pero pringosa.

En sus brazos de Pastor fallecieron los internos Mario Jaime el 28 de junio y Carlos Versellone el 4 de julio, y Luis Marcelo Tarsia, alojados en el Pabellón 6, tras el abandono y la desatención médica, la ignorancia y el sadismo del comandante del campo de concentración, PREFECTO RAÚL OSCAR RAMÍREZ, la complicidad del Director del Hospital del CPF II, Dr Gonçalvez, y sus subordinados, los médicos penitenciarios Dra. Gómez, la Dra. Babenco, así como el citado Walter Sosa, que les niegan el mínimo cuidado o atención y hasta de evacuación sanitaria a los habitantes de ese verdadero corredor de la muerte.

En estos días es inminente una denuncia por ante la “Comisión Latinoamericana de las Naciones Unidas” que controla el tratamiento de los prisioneros en los países sudamericanos, que en su último informe encontró irregularidades graves en Marcos Paz.

“Informe y recomendaciones surgidas de la misión del ILANUD al Servicio Penitenciario Federal de la República Argentina realizada del 20 al 25 de octubre de 2008”.

La inspección se llevó a cabo dentro del marco del Acuerdo de Cooperación existente entre el Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la “Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente” (ILANUD) y la República Argentina de fecha 29 de marzo de 1989.

La misión se origina en el programa de investigación, capacitación y asistencia técnica “Sistemas Penitenciarios y Derechos Humanos en América Latina” que lleva a cabo el ILANUD con la cooperación del Instituto Raoul Wallenberg de Suecia.

Lo cierto es que, para las autoridades eclesiásticas de Von Wernich, las pruebas de la justicia federal no fueron suficientes, por más categóricas que éstas hayan resultado para los jueces de Kirchner.

Quizás hasta pueda decirse que ~aunque nunca lo haya manifestado públicamente de esa manera~ para su obispo el cura es inocente, lo cual lo convertiría en presunta “víctima” de algún tipo de “conspiración contra la Iglesia”.

Supongo que los tiempos de las “comisiones de control”, o de los jueces ~que por estos días no trabajan en razón de que estarán ocupados celebrando “Rosh Hashaná” y “Yom Kippur”~, transcurren de modo más benigno que los tiempos de los torturados que agonizan en aquel campo de exterminio.

Sin embargo, la hora suprema sorprenderá ~en paz~ al apaleado Sacerdote rezando su Santo Rosario en la mejor compañía, el Sagrario junto a su camastro, mientras la Nunciatura, o el Arzobispado cavila en la conveniencia política o no de encolerizar al régimen de los Kirchner si llegan a elevar, como corresponde, una urgente y formal protesta ante la Santa Sede.

Autor: Dr Carlos Marcelo Shäferstein