viernes, 27 de noviembre de 2009

LA HORA DE LOS JUECES

Resulta pasmosa la lentitud de la Justicia cuando se trata de investigar presuntos casos de corrupción del kirchnerismo
La independencia del Poder Judicial es un pilar fundamental dentro del principio de división de poderes para lograr un nivel de calidad institucional y seguridad jurídica en el desarrollo de nuestra Nación.
Por desgracia, la extrema lentitud -rayana en la parálisis cómplice- que algunos jueces federales imponen en importantes causas de presunta corrupción del kirchnerismo es la prueba innegable de su falta de independencia y de un deplorable sometimiento al poder político de turno.

Ambos factores -la falta de independencia y el sometimiento al Poder Ejecutivo- terminan por asegurarle el campo a la impunidad al amparo del transcurso del tiempo, que favorece la pérdida de pruebas o el arribo de los plazos de prescripción.

Veamos, por ejemplo, lo que ocurre con el caso Skanska:
poco y nada se ha avanzado a pesar de la importancia de este caso sobre el presunto pago de sobreprecios y coimas durante la ampliación de los gasoductos.
La causa se tramita en el juzgado federal de Norberto Oyarbide, pero hace más de dos años, es decir, antes de que cayera en sus manos, ya obraban en el expediente los documentos con firmes indicios de la existencia de sobreprecios en las obras autorizados por el Enargas.

El mismo magistrado está a cargo de uno de los expedientes en los que se investiga el escandaloso incremento patrimonial del matrimonio Kirchner.
Pero quien haya seguido las numerosas declaraciones que este juez realiza a los medios radiales y televisivos lo habrá escuchado hablar con lujo de detalles y una sensibilidad ofendida sobre la causa de los medicamentos adulterados o de los espías que pinchaban teléfonos desde la Policía Metropolitana del gobierno de la ciudad, pero jamás sobre el caso Skanska o sobre el de las declaraciones juradas de bienes del matrimonio presidencial.

En esa última investigación, Oyarbide no tuvo más remedio que admitir que había recibido al contador del matrimonio luego de que LA NACION reveló el hecho.
Sugerente cortesía la del magistrado.
Lo recibió a solas y aceptó que brindara sus explicaciones por escrito, como perito de parte de los Kirchner, pese a que, llegado el caso, el contador también podría ser imputado.
Otro expediente de llamativa lentitud es el que lleva el juez en lo penal económico Daniel Petrone sobre los más de 800.000 dólares que llegaron desde Caracas en una valija a bordo de un vuelo privado que transportaba al ex titular del Occovi, Claudio Uberti, y al venezolano Guido Alejandro Antonini Wilson, y que fueron secuestrados en el Aeroparque en agosto de 2007.
Más que la Justicia, fue el periodismo el que con mayor empeño y profundidad investigó el caso de las valijas.
Y tuvieron que transcurrir más de dos años del hecho para que el juzgado identificara, en filmaciones del canal estatal, la presencia de Antonini Wilson en un acto en el Salón Blanco de la Casa Rosada, presencia que el Gobierno siempre negó.
Existen más denuncias de incrementos injustificados de patrimonios de funcionarios, violaciones permanentes y sistemáticas de la libertad de prensa o expresión, estadísticas fraguadas y un sinnúmero de hechos que quedan impunes sin investigar por falta de decisión de los magistrados que tienen a su cargo esas causas.
Alguien tiene que poner un freno al poder absoluto del Gobierno con la ley en la mano, y ese alguien es el Poder Judicial, no sólo mediante el dictado de sentencias, sino también forzando su cumplimiento.
El Poder Judicial debe hacer efectivo el Estado de Derecho, pues tiene las herramientas a su alcance para hacerlo.
Hoy, nuestra sociedad necesita jueces que resistan las presiones del poder público y que avancen en los procesos que les han sido asignados hasta las últimas consecuencias, sin temer las denuncias o represalias que el poder político de turno pueda efectuarles.
La ciudadanía sabe bien que no es fácil exigirles a nuestros magistrados esta cuota de valor heroico porque detrás de todo juez existe un hombre, con familia, preocupaciones y debilidades, y temores, pero también es cierto que van a ser reconocidos tanto su esfuerzo como su entereza en el cumplimiento de la excelsa misión que le ha sido encomendada.
Si así no fuera, el deterioro y el debilitamiento institucional serán cada vez mayores.