lunes, 3 de agosto de 2009

LOS 30.000 DESAPARECIDOS

A lo largo de más de 20 años hemos intentado encontrar información fidedigna respecto de la cifra de desaparecidos producidos por la dictadura militar que se adueñó del poder en la Argentina entre 1976 y 1983.

La verdad es que jamás encontramos ninguna explicación, excepto aquella de que se trataba de una estimación tomando en cuenta que tal vez mucha gente ni siquiera se había acercado a la Justicia o a la llamada CONADEP.

Algo bastante inconsistente por cierto.

Pero si entonces era inconsistente que los familiares de las víctimas no denunciaran las desapariciones, más inaudito resulta, a todas luces, que más de dos décadas más tarde TAMPOCO lo hubieran hecho.

Máxime cuando todo el mundo sabe que las desapariciones fueron reparadas económicamente por la Justicia de la democracia a lo largo de estos años.

Sin embargo, el número ha sido sostenido una y otra vez por parte de las incontables siglas de organizaciones supuestamente defensoras de los derechos humanos.

Y cuando uno intentaba recabar en ellas información, la respuesta que por lo general recibía era una insólita reversión de la carga de la prueba, por llamarla de algún modo.

En efecto, como en una tragicomedia clásica la respuesta solía ser del tipo aunque hubiera sido un solo desaparecido es suficiente.

No queremos volver a resaltar la cobardía ideológica de la que nos hemos ocupado infinidad de veces, porque es demasiado obvia.

Nadie en esas infinitas siglas parapolíticas ha tenido jamás una respuesta que pudiera dar con algún grado de consistencia.

En realidad, jamás obtuvimos ninguna.

Pero finalmente hemos encontrado una referencia al asunto.

Efectivamente, en el periódico Perfil del domingo 02 de agosto hay una extensa nota a Graciela Fernández Meijide que se titula

¿Por qué se habla de 30.000 desaparecidos?.

En realidad no está claro si se trata de una nota o de parte de un libro que acaba de editarse y del cual es autora.

No vamos a entrar en detalles de la vida pública de esta señora, que damos por conocida de todos los lectores.

Sí diremos, para recordarlo, que ella misma ha sufrido en carne propia la desaparición de su hijo Pablo.

Es decir, es una madre más víctima de la barbarie.

Y debe de llevar a cuestas su propia culpa, tal vez.

En el texto o nota publicada hace algunas curiosas referencias que dejamos para lectura de los interesados.

Hemos de mencionar, sí, la mención del diario La Prensa, que en 1978 publicó la lista de desaparecidos conocidos hasta ese entonces.

Fernández Meijide se sorprende (la valentía siempre sorprende, creemos) de que un diario al que denomina conservador se animara a publicar semejante lista.

El etiquetamiento tan común en sectores pseudoizquierdistas en la Argentina les impide ver el bosque.

Menciona al director del diario, al que llama Máximo Gainza Paz, cuando en realidad su apellido era simplemente Gainza, y era de profesión arquitecto, agregamos.

Y finalmente dice que en 1979 el mismo diario se negó a publicar un segundo listado, más completo que el anterior, y que las autoridades del periódico argumentaron que no lo hacían por razones de oportunidad.

Reconoce, aún así, que las presiones que recibiría la publicación deberían ser muy grandes.

Pero no está de más mencionar, como al paso, que solamente el diario citado, el Buenos Aires Herald y la revista Humor Registrado tenían un resto de decencia en aquella Argentina que observaba casi incrédula lo que estaba ocurriendo.

Yendo al punto que nos interesa, al referirse a la cantidad de desaparecidos dice que en el llamado Parque de la Memoria aparecen en sus muros 8.875 nombres de personas desaparecidas entre 1969 y 1983.

Es decir que se toma el período que suponemos se inicia con el secuestro de Aramburu y también los años del tercer gobierno peronista.

También dice que la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia de la Nación recibió como respuesta de cortesía que no la están dando.

Pero que podía tomar como válida la que la Secretaría publica en Internet.

Allí figuran 7.030 nombres en un listado y en otro 924.

Si bien no se aclara, conociendo el paño, suponemos que este organismo limita el recuento a los años de la dictadura y no va hacia atrás.

Respecto del origen del número de 30.000 dice textualmente:

Los exiliados políticos que vivían en el exterior intentaban movilizar conciencias y lograr adhesiones de organismos internacionales, y, objetivamente, los testimonios de los liberados de la ESMA, La Perla o Campo de Mayo (por coincidencia fortuita o por decisión táctica) aportaron a esa estrategia que tal vez haya dado lugar en 1977 a la cifra de 30 mil desaparecidos.

En pocas palabras:

la cifra, que para quienes regentean las infinitas siglas citadas, no es importante, sí era importante.

Era vital para lograr movilizar conciencias.

Y además, el número surgió de una coincidencia fortuita o de una decisión táctica que esta buena señora ocultó durante más de 30 años.

Si se tratare de una coincidencia alguien debería haber intentado alguna vez dentro de las organizaciones mencionadas de manera genérica descubrir dónde están los 22.000 faltantes para agregar sus nombres en el Parque.

Alguien debió haberse interesado en los motivos por los cuales no resultó hasta hoy posible verificar todas las desapariciones habidas en esos años y qué pasó con los deudos de tales víctimas, si por ejemplo cobraron o no las indemnizaciones.

En definitiva, es fundamental completar los muros vacíos del Parque ¿no?.

Y no.

No.

Y está claro por qué.

Porque esta gente manejó durante 30 años una cifra surgida de una casualidad o de una táctica elegida adrede.

Si es la primera, tomarla como válida es patético.

Y si es la segunda, es inmoral.

La señora Fernández Meijide no parece asignarle a este hecho la importancia que tiene.

Es como si no tuviera cabal conciencia de la gravedad de sus afirmaciones.


Estamos hablando de 22.000 vidas.

Y ahora sí, aunque fuera de una vida, ¿no?.

Que esto sirva para todos aquellos que creen realmente y a pie juntillas que los dueños de la ética están del lado de la izquierda política, porque el corazón está de ese lado.

La ética no tiene ideología, no es de ninguna ideología.

La ética se tiene o no se tiene.

Que cada cual saque entonces sus conclusiones.