Señora, haga de cuenta que a su marido lo atropelló un colectivo
El ingeniero Roberto Moyano fue asesinado el 25 de octubre de 1.976.
Tenía 45 años y era gerente de una petroquímica de la ciudad de La Plata.
Ese 25 de octubre lo llamaron a su casa de Belgrano y le dijeron que lo esperaban para una reunión en La Plata.
Puntual llegó Roberto a la fábrica cerca del mediodía, pero la reunión se había suspendido.
Decidió entonces ir a almorzar con algunos compañeros al comedor de la esquina.
Eligieron una mesa lejos de la entrada.
Roberto quedó de espaldas a la puerta.
Roberto habla con sus compañeros sobre el trabajo.
Una mujer sentada en una mesa alejada se levanta.
Un hombre robusto, con ropa de SEGBA, acaba de entrar al comedor.
Ambos se detienen junto a la mesa donde Roberto almuerza.
La mujer habla:
"Buscamos al Ingeniero Roberto Moyano para pedirle trabajo".
"Es él", dice un compañero, sin saber que certifica su sentencia.
El hombre vestido con ropa de Segba, parado detrás de Roberto, saca una pistola, le apunta a la cabeza, y le vacía el cargador en la nuca.
La sangre tibia inunda la mesa, corre y se escurre por el piso, como por mucho tiempo la memoria de su muerte.
El asesino guardó el arma, pegó media vuelta y se fue caminando.
La mujer también.
Así asesinaba el terrorismo montonero (Montoneros se adjudicó el atentado): Porque sí.
A Roberto Moyano, mártir, lo mató una recua de asesinos que hundieron al país durante años, en las sombras tétricas de la muerte.
Lo sentenciaron y lo ejecutaron por ser Gerente.
Y desde entonces, sus asesinos gritan y pasean sus asesinatos con rango de ministerio y aires de bronce.
Marta, viuda de Roberto Moyano, recuerda que lo despidió aquél día como todos los días, con un beso en la boca.
Desde jóvenes lucharon juntos por construir un futuro mejor, y formar una familia de bien.
Pero esa noche, Marta recibió a su esposo en un cajón cerrado sin muchas explicaciones.
Y le dijeron que tenía que callar, por la seguridad de sus dos pequeños hijos.
Y por ellos se hizo fuerte.
Y por ellos no bajó los brazos y salió adelante.
Marta gritó justicia, y nadie la oyó.
Pidió explicaciones, y nadie le contestó.
Y lloró amargamente en los rincones tibios de su casa.
Y nadie le dio consuelo.
Quedó sola con ese dolor que nuestro olvido acentuó.
Llegada la democracia, Marta fue a pedir reparo a la Secretaría de Derechos Humanos.
"¿Cómo murió su marido?", le preguntaron.
Lo mataron los Montoneros, contestó Marta.
"Ah no, señora, entonces no puede reclamar nada.
Haga de cuenta que a su marido lo atropelló un colectivo".
Así le contestó el Estado.
Marta se mordió los labios para no llorar a mares frente a la indiferencia.
Ella no entiende el porqué de tanto olvido silencioso durante tanto tiempo.
El miedo sí.
Todos y cada uno de los que luchamos por gritar la parte de la historia que nos intentan hacer olvidar, tenemos el deber de brindarle a cada uno de los familiares de las víctimas del terrorismo asesino, el abrazo consolador de La Memoria.
Para que Nunca Más, alguien ose decir que a los muertos que asesinó el terrorismo en Argentina "Los atropelló un colectivo".
A casi 33 años del Asesinato del Ingeniero Roberto Moyano. somos muchos los que nos negamos a Olvidar.
Y a gritar que su memoria está Presente
¡¡Ahora, y Siempre!!