Algunos personajes mediáticos resucitaron recientemente el tema del Servicio Militar como modo de rescatar a los jóvenes que, en proporciones alarmantes, se ven atrapados hoy por la droga, la vagancia o la delincuencia.
El Servicio Militar Obligatorio fue instituido en 1901 mediante la Ley 3.948, por el entonces Ministro de Guerra, coronel Pablo Ricchieri, durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, y fue suspendido el 31 de agosto de 1994, durante la Presidencia de Carlos Saúl Menem.
No se abolió la conscripción, sino que fue suspendida.
La Ley de Servicio Militar Obligatorio sigue vigente y puede ser puesta en práctica en tiempos de guerra, crisis o emergencia nacional.
Durante los 93 años de vigencia, el Servicio Militar Obligatorio tuvo enormidad de aciertos y enormidad de errores.
Consideramos que en el año 1994 se debieron corregir los errores, pero nunca suspender el Servicio Militar.
El motivo que llevó a esta determinación fue la muerte por maltrato, en Zapala, provincia de Neuquén, de un conscripto de origen humilde apellidado Carrasco.
El máximo responsable del hecho fue sin dudas Martín Balza, que ostenta el inmerecido Grado máximo Militar de Teniente General, también inmerecido ex Jefe del Estado Mayor del Ejército, y que hoy nos representa en la Embajada Argentina en Bogotá.
Como lo hizo con sus Camaradas de Armas en la Guerra Sucia, en el caso Carrasco miró para otro lado y evadió sus responsabilidades con camaleónicas actitudes que terminaron posicionándolo en el cargo de embajador que actualmente ostenta.
Balza zafó.
La culpa, en cambio, la cargó un Subteniente, que pasó algún tiempo en prisión.
Entre los beneficios aportados por la Conscripción pueden mencionarse los siguientes:
Significaba un censo sanitario de toda la población masculina, ya que aunque hubo algún proyecto, nunca se concretó la conscripción femenina.
Sustraía a los jóvenes en general de la vagancia y se les enseñaba a respetar valores, disciplina, y a defender a la Patria.
No son pocos los que aprendieron, además, algún oficio.
Al momento de su implementación a comienzos del siglo XX, Ricchieri organizó Escuelas Primarias en los Cuarteles, con el fin de luchar contra el Analfabetismo.
En el caso de los más humildes, descubrieron en la llamada "Colimba" lo que era andar abrigado y calzado, las normas de higiene, y hasta lo que era una frazada, una ducha o un inodoro.
Y normalmente eran también los más humildes los que salían orgullosos de haber vestido el uniforme.
Muchos aprendieron a reconocer los símbolos patrios y las estrofas del Himno Nacional.
Pobres y ricos se reconocieron amparados por una misma Bandera.
Podrían enumerarse muchas virtudes más, pero pasemos a rever sus desaciertos.
Con el tiempo, y como toda institución humana sin demasiado control, paralelamente a sus virtudes comenzaron a aparecer sus vicios:
El tiempo de conscripción era demasiado largo.
Los soldados ya instruidos en los dos o tres primeros meses pasaron a ser empleados subalternos de sus Jefes de Turno.
Sobre la disciplina se impuso el autoritarismo, muchas veces arbitrario, de superiores sobre los conscriptos.
Los “bailes” se transformaron en una costumbre, muchas veces con consecuencias nefastas para la salud de los conscriptos.
Se los usaba de cadetes, mozos, cocineros o choferes de las hijas de algún oficial.
Muchos de los de mayor nivel intelectual, luego de un año de servicio abandonaban sus carreras universitarias.
Aquí también puede sumarse un largo etcétera.
Podría decirse, sin embargo, que durante los primeros años de su implementación el Servicio Militar Obligatorio cumplió los objetivos que se había trazado Ricchieri de modernizar el Ejército y hacerlo más eficiente y operativo, a la vez que contar con un Ejército de Reserva que contribuyera a la defensa de la Nación.
Numerosos jóvenes aprendieron a leer y escribir, normas de convivencia, oficios, y sus Deberes y Derechos como Ciudadanos.
Denostar a los militares por sus errores del pasado es mirar con mirada tuerta y desconocer su inmensa contribución al desarrollo del país y a la formación de muchas generaciones de argentinos, que se incorporaron a la sociedad como ciudadanos capaces de servir a la Patria.
El Servicio Militar Obligatorio podría ayudar a gran parte de la juventud, si cumpliera los objetivos planteados por el proyecto del Teniente General Ricchieri:
Formar un Eficiente y Profesional Ejército de Reserva y elevar a generaciones de argentinos a la categoría de ciudadanos, respetando su Diversidad y su Dignidad como personas.
Está en nuestros Gobernantes tener la inteligencia de buscar caminos para una juventud cuyo presente se halla, en muchos casos, equivocado, y cuyo futuro aparece como un enorme signo de interrogación.
Raquel Eugenia Consigli
Horacio Martínez Paz