jueves, 3 de diciembre de 2009

HAY QUE DERROTAR AL ENEMIGO

Nuestro enemigo principal es aquél que en los años 60/70, apoyado y financiado por gobiernos extranjeros marxistas-leninistas, agredió a la Patria para destruirla y convertirla en un estado marxista.

En aquella oportunidad fue derrotado por las armas pero, con el apoyo de distintas fuerzas, ahora se ha enquistado en el poder.

No ha llegado al poder por sus propios medios, sino que ha recibido distintos apoyos externos.

Estos apoyos de distinto tipo ha convertido a aquéllos que se lo han dado en sus cómplices o socios y, por consiguiente, en enemigos nuestros y al decir nuestros decimos de la Patria.

Ha recibido apoyo y lo sigue recibiendo de políticos, medios de comunicación y de diversos sectores de la sociedad.

El principal apoyo recibido proviene del ataque y persecución perpretados contra aquellas fuerzas que derrotaron militarmente a la subversión apátrida que estaban integradas por militares y agentes de seguridad.

Desde la política, este ataque fue iniciado por el alfonsinato en los años 80 cuando Raúl Alfonsín fue designado presidente de la república.

Este señor había sido defensor del terrorista apátrida Santucho y, dada esta condición, no se podía esperar otra cosa de él.

Hoy se le rinde homenaje como si fuera un prócer.

El ataque se inició en su gobierno con el juzgamiento a los comandantes de las Fuerzas Armadas que combatieron a la subversión y nos libraron en esa época de esa lacra.

Los comandantes fueron condenados a prisión con la algarabía demostrada en público de los fiscales Strassera Y Moreno Ocampo, lo que demostró parcialidad en el juicio.

Uno de los jueces integrantes del tribunal fue Gil Lavedra actual diputado de la nación y denostador permanente de los militares que derrotaron a la subversión apátrida.

Utilizando jueces corruptos y sumisos se prosiguió con la persecución a las Fuerzas Armadas intentando lograr la detención de militares de cualquier rango, pero un grupo de militares patriotas, los carapintadas, lograron detener el accionar persecutorio gracias a l “arrugue” alfoncínico.

Se promulgaron dos leyes, la de punto final y la de obediencia debida, mediante las cuales se consiguió que los jueces sumisos debieran abandonar la persecución ordenada por el alfonsinato durante aproximadamente quince años.

Esta democracia corrupta determinó que los llamados y supuestos desaparecidos cobraran jugosas indemnizaciones los familiares de una larga lista de terroristas apátridas.

Una de ellas fue la actual ministra de la Corte, Argibay.

Estas indemnizaciones representaron un homenaje al crimen y a la traición a la Patria.

Indemnizaron al enemigo con la plata de la gente decente.

Durante unos cuantos años se aliviaron las tensiones setentistas.

No obstante, durante toda la vigencia de la democracia corrupta, utilizando medios de comunicación sumisos, se realizó un profundo y permanente lavado de cerebro a la sociedad con lo que se ha logrado que la juventud conozca casi exclusivamente la versión democrática de los hechos ocurridos en los años setenta.

Hace unos años se nombró a un ministro judeo-marxista, Daniel Filmus, que introdujo esta versión falsa en las escuelas.

Llegamos así al año 2003 cuando, con el advenimiento del delincuentismo kirchnerista, se reinició una persecución tremenda a las Fuerzas Armadas.

Se derogaron intencionalmente las leyes de obediencia debida, punto final y el indulto que se había decretado en los años 90, con lo que se abrieron las puertas para que los jueces corruptos y sumisos empezaran a detener militares y agentes de seguridad aplicando cualquier metodología antijurídica que les viniera en gana.

Condenaron a muchos militares y agentes de seguridad mediante juicios y testigos falsos.

A esto se agregó también la correspondiente persecución a la Iglesia Católica condenando a prisión perpetua a un sacerdote católico, el Padre Christian von Wernich.

Se recibió el apoyo de la Corte Suprema, la cual sentó jurisprudencia para que no fueran juzgados los terroristas apátridas con la misma vara con la que se juzgaba a los militares.

Gracias a esta metodología impúdica hay alrededor de 800 militares presos en mazmorras inmundas, muchos de ellos condenados a perpetuidad.

También, gracias al maltrato en prisión permitido por los jueces corruptos y sumisos, han muerto alrededor de 800 militares y hay una infinidad, ancianos y enfermos, mal atendidos y librados a su suerte.

Todo esto demuestra que estos miserables que actualmente detentan el poder no se manejan con la ley sino por su odio profundo y sed de venganza, condición de gente inferior y resentida, contra aquí, ellos que derrotaron a la subversión apátrida en los años 70.

El ¿gobierno? está plagado de asesinos apátridas en cargos relevantes, mientras que el lugar que les corresponde es la cárcel.

Mientras todo esto ocurre, la llamada oposición mira a un costado preocupándose tan sólo por sus propios intereses. Indudablemente, dada su actitud de indiferencia y complicidad con la delincuencia gobernante, la consideramos también enemiga de la Patria.

Tenemos varios ejemplos: Gil Lavedra, del cual ya hemos comentado antes; Carrió, que la hemos oído varias veces dirigirse a los militares llamándolos genocidas; Solá, cuando le preguntaron acerca de su pasado kirchnerista comentó que del mismo estaba de acuerdo con la política de derechos humanos; de Macri, nos hemos enterado que su gobierno financia varios emprendimientos de los llamados “museos de la memoria”.

Los nombrados son máximos referentes de la llamada oposición.

De todas maneras, todo el pelaje opositor ha formado parte de los anteriores gobiernos, así que no se salva ninguno.

Con los antecedfentes nombrados no dudamos que la oposición en pleno está aliada al enemigo en lo que se refiere al tema subversivo.

Ninguno de los pertenecientes al arco partidocrático es un referente para que de aquí en más se haga cargo de los destinos de la Patria.

No podemos poner la Patria en manos de ninguno de ellos porque son más de lo mismo, ya lo han demostrado, y van a seguir trabajando para su destrucción.

Necesitamos un patriota de ley para que en los años que se necesiten, junto con otros patriotas, logren el resurgimiento de la Patria.

Por lo tanto, hay que derrotar al enemigo.