Una vez más impresionó con su coraje y convicción
Fue una jornada agobiante.La Audiencia estaba citada para las 8 de la mañana y si bien arrancó una hora después, terminó pasadas las 20.
Fue el turno de los alegatos de la defensa, cada uno en su estilo, pidió la absolución de su defendido.
Al terminar y luego de duros cruces con los querellantes que replicaron, el General Luciano Benjamín Menéndez hizo uso de la palabra.
Fue un lujo escuchar a Menéndez, quien con voz potente y mirando a los ojos a la querella, al público y al Tribunal, habló durante 55 minutos.
Una vez más se hizo cargo de todos los actos sucedidos durante la guerra contra la subversión y asumió su total responsabilidad.
Habló con convicción y con valor.
Al finalizar y en medio de los abucheos del público (unas treinta personas que llegaron a la sala), se mantuvo firme y de pié hasta que el Tribunal se retiró de la sala.
Demostró así que a pesar de desconocer la Justicia Ordinaria, respeta la autoridad de los Jueces.
Menéndez no ha perdido la calma y en todo momento se comportó como un caballero.
Habrá gente a la que sus palabras no les caigan bien, pero nadie podrá negar que es un soldado de verdad.
Un General con mayúsculas.
Durante la mayor parte de la extensa jornada, la sala estuvo vacía y salvo unas 10 personas, el resto de las sillas sólo tenían fotos de los "desaparecidos".
Al promediar la tarde y cuando ya se había anunciado que el General Menéndez haría uso de la palabra, la expectativa fue creciendo, los medios nacionales habían llegado ya para cubrir el final de este mega juicio que llevó casi cinco meses y se cobró lamentablemente la vida del General Cattáneo (II Comandante de la V Brigada de Infantería) y del Coronel Zimmermann, quien fuera jefe de Policía en la provincia.
Además el General Bussi, separado del juicio por su grave estado de salud, había sido internado en la noche del martes y su estado es delicado.
La indiferencia que reinó en la mayor parte del juicio contrastaba con el despliegue de periodistas y gente que llegaba a escuchar los alegatos de la defensa y esperar la sentencia.
Menéndez comenzó a hablar a las 19.05 y fue el único de los imputados en querer hacer uso de la palabra por última vez antes de que el Tribunal emita sentencia.
Honestamente dio una lección y demostró una vez más que no está dispuesto a arrodillarse ante nadie, que tiene la conciencia tranquila y la seguridad de haber cumplido con su deber.
Estoícamente está dispuesto a vivir el resto de sus días privado de su libertad, si acaso eso ayuda a pacificar el país y a construir una Argentina diferente para dejarle a sus hijos y nietos.
Antes de comenzar a leer y mirando a los ojos a la Doctora Laura Figueroa (querellante), le dijo que quería aclararle dos conceptos ya que ella en su alegato había querido "ensuciar su honor militar que estaba intacto".
"Usted dijo que yo nunca había hecho un tiro o disparado un arma y que nunca había estado en el monte combatiendo".
Quiero aclararle que a lo largo de mi carrera militar he combatido muchas veces junto a mi tropa y que mientras fui Comandante del III Cuerpo del Ejército con asiento en Córdoba visité cada 15 días la provincia de Tucumán, que estaba bajo mi jurisdicción, y que en cada oportunidad fui al monte a visitar a mis soldados, a contenerlos, a hablar con ellos y que en algunas oportunidades he participado con ellos de combates armados".
Aclarado ésto puedo comenzar con mi alegato, dijo el General.
55 minutos duró la lectura del escrito de Luciano Benjamín Menéndez.
Este General de la Nación de 83 años, aguantó estóico desde las 7 de la mañana cuando fue llevado al Tribunal Oral Federal.
No había almorzado, estaba tranquilo a pesar de que luego de escuchar la sentencia, será otra vez trasladado a Córdoba donde afronta otro juicio.
Impresionó la calma de Menéndez, la hidalguía con la que se mueve.
Durante su exposición el silencio en la sala de audiencias fue total.
Acaparó la atención de todos.
Cuando terminó, poco más de una treintena de personas con grandes carteles que decían "Cárcel común" se paró y comenzó a cantar.
Menéndez pareció no escucharlos.
Mientras los abogados se retiraban y los gendarmes hacían un cerco alrededor del Militar, él ,erguido, esperaba que el Tribunal se retirase.
No se inmutó ni bajó la vista.
Luego, a paso lento salió escoltado por los gendarmes y subió a la ambulancia que lo llevaría hasta la casa de su hijo en donde está alojado hasta hoy, que finaliza este juicio.
El General Luciano Benjamín Menéndez ha dado una lección.
Una vez más demostró que actuó siempre con convicción y aclaró que es responsable de todos los actos del Ejército bajo su mando.
A continuación el texto completo de su alegato, que sin duda es un documento histórico que todos deberíamos guardar:
Alegato del General de División Luciano Benjamín Menéndez.
Hace 50 años, la guerra estalló repentina y brutalmente en nuestro país.
Hay algo que nunca se menciona y es precisamente el quid de la cuestión.
¿Quién empezó?
Sin tener arte ni parte, simplemente porque estábamos en la ruta de conquista del comunismo internacional, los argentinos, en plena paz sufrimos el asalto de los terroristas marxistas que por orden y cuenta de la Unión Soviética y de su sucursal americana, Cuba, se proponían someter nuestro país a su sistema y sumarnos a sus satélites.
Era la guerra.
Pero la más total de todas las guerras.
La Guerra Revolucionaria.
No se trataba de pretender arrancarnos un pedazo de territorio (con todo lo entrañable que es cada metro de nuestra tierra, regada por la sangre de nuestros soldados y el sudor de nuestros trabajadores), o un paso entre dos océanos, o una zona de influencia económica.
A lo que la subversión apuntaba era al alma de nuestro pueblo para someterlo a un régimen despiadado y brutal.
Como su nombre lo indica, la Guerra Revolucionaria revoluciona el modo de vida del pueblo que elige como víctima.
El propósito de los subversivos al declararnos la Guerra Revolucionaria era asaltar el poder para instaurar un régimen comunista bajo el cual, en lo externo nos convertiríamos en un satélite de Rusia y en lo interno, dejaríamos de ser libres para pensar, expresarnos, poseer bienes, decidir qué hacer con ellos, entrar y salir del país, disponer de nuestras vidas y la de nuestras familias, porque todo le pertenecería y manejaría el estado totalitario.
Se equivocan los que creen que el pueblo fue un convidado de piedra en la Guerra Revolucionaria.
Por el contrario, el pueblo era el objetivo que pretendía dominar la subversión.
Por eso nos agredió, para apoderarse de nuestro pueblo.
Y por eso los vencimos.
Porque nuestro pueblo percibió claramente que sus Fuerzas Armadas lo defendían de los terroristas que lo atacaban.
Y se alineó con nosotros brindándonos su apoyo.
En el mundo se reconoce que las guerras ofensivas o de agresión son injustas.
La invasión armada del terrorismo marxista constituye, por lo tanto, una guerra injusta, sujeta a la sanción internacional.
Para demostrar quién inició la Guerra Revolucionaria y para qué, voy a leer lo que decían al respecto los demócratas y lo que publicaba el terrorismo marxista.
En agosto de 1964 (durante el gobierno constitucional del Dr. Illia) la policía de Salta y la Gendarmería Nacional descubren y destruyen un campamento guerrillero en Orán.
La Cámara de Diputados cita a los ministros del Dr. Illia para que informen sobre lo sucedido.
Allí dijo el Ministro de Defensa Dr. Facundo Suárez: "El Partido comunista en 1957 o 1958 entra a preocuparse fundamentalmente de África, de Latinoamérica y de parte de Asia. Cuando Fidel Castro se declaró evidentemente comunista se inició un periodo de gran perturbación en toda Latinoamérica".
Zavala Ortiz, ministro de RREE agregó en esa misma ocasión "la existencia de un poder tan extraordinario como el que surge de la energía atómica ha determinado que la competencia se derivase a otro método, el de la Guerra Revolucionaria, guerra no declarada, silenciosa, pero guerra inexorable, global y permanente.
Ese orden de cosas se instala en América Latina, el comunismo se establece en la República de Cuba como una organización revolucionaria de guerra permanente de tipo revolucionario.
Hay una Guerra Revolucionaria declarada a las organizaciones, a las repúblicas, a las democracias o no democracias vigentes en Latinoamérica y contra esa situación tenemos que tomar las medidas correspondientes.
"Por si se necesita algo más para convencernos de que la Argentina sufrió una guerra, voy a citar dos opiniones que así lo afirman, y que en éste ámbito me imagino que serán debidamente respetadas:
la Cámara Federal (en realidad la Comisión Especial) que juzgó a los Comandantes en Jefe en 1984 dijo:
"El fenómeno se correspondió con el concepto de guerra revolucionaria.
Como se desprende de lo hasta aquí expresado, debemos admitir que en nuestro país sí hubo una guerra interna iniciada por las organizaciones terroristas contra las Instituciones de su propio Estado.
" La otra opinión que citaré para cerrar éstas evidencias, es una editorial de La Voz del Interior del 2 de enero de 2009, que se titula "Cuba, medio siglo después" y que dice:
"Las esperanzas democrático-republicanas que suscitaron la caída de Batista y la victoria de los revolucionarios del 26 de Julio se desvanecieron y dieron lugar a un fenómeno completamente distinto:
la expansión de una ola revolucionaria en América Latina y la proliferación de grupos armados inspirados en la revolución cubana, que se proponían la toma del poder por la vía armada y la construcción de una sociedad de tipo comunista.
Esa ola de violencia revolucionaria se extendió a toda América latina, incluida - en uno de los primeros lugares - la Argentina.
Todo el drama histórico que se abatió sobre la Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Perú, Brasil y toda la región en las décadas de 1960 y 1970 está directamente relacionado con la llamarada encendida por la revolución cubana a principios de 1959.
"Veamos ahora los dichos de los terroristas marxistas.
En julio de 1970 el Partido Revolucionario de los Trabajadores, funda el Ejército Revolucionario del Pueblo, porque, dice:
"En el proceso de Guerra Revolucionaria iniciado en nuestro país, nuestro partido ha comenzado a combatir para hacer posible la insurrección del proletariado y del pueblo".
Cuatro años después en la edición de junio de 1974 de su periódico "el Combatiente" en un artículo titulado "Por la revolución Obrera Latinoamericana y Socialista", dice:
"Las unidades guerrilleras han aumentado su poder de fuego en las ciudades y han dado el paso trascendental de la creación de la primera unidad de monte, la constitución de la organización revolucionaria principal, Partido Marxista Leninista Proletario avanza exitosamente, a través de su cauce principal, el Partido Revolucionario de los Trabajadores.
Esta permanente acumulación de fuerzas revolucionarias va colocando a la sociedad argentina a las puertas de una situación revolucionaria, la lucha de clases cobra nueva vida.
Desde hace más de tres años, el pueblo argentino ha iniciado un proceso de Guerra Revolucionaria." (Perón era en ese entonces el presidente constitucional).
En la revista Cristianismo y Revolución de septiembre de 1971 aparece una breve historia de Montoneros, que dice:
"Llegado 1969 Montoneros comienza a pasar a la ofensiva:
es el comienzo de la guerra por el poder, con el programa nacional revolucionario que asegure la nacionalización de la economía, el control obrero de la producción y la expropiación sin compensación de la oligarquía terrateniente .
Creemos que la maniobra electoral montada (habla de la que culminaría en 1973 con la elección de Cámpora) se les va a volver en su contra y los vamos a fusilar con sus propias armas.
Sólo la guerra del pueblo salvará al pueblo.
Todos tienen un lugar y una función en la lucha, que es el desarrollo de la Guerra Revolucionaria.
"Para no dejar dudas de que era una guerra, ambas organizaciones terroristas reseñaban sus hazañas en lo que llamaban Partes de Guerra.
Tomo dos de ellos para muestra:
uno del Ejército Revolucionario del Pueblo, fechado el 20 de noviembre de 1974, en el que explican que han ejecutado al Tcnl Ibarzabal en el ropero en que lo tenían preso y el otro de Montoneros del 26 de febrero de 1975, en el que cuentan que han secuestrado al Cónsul norteamericano en Córdoba, Sr. John Patrick Egan, a quien luego asesinaron.
Estas expresiones demuestran que es falso lo que vienen sosteniendo los terroristas marxistas, quienes ahora niegan sistemáticamente la existencia de la Guerra Revolucionaria que nos declararon y llaman represión ilegal a las operaciones defensivas de las Fuerzas Legales.
Las primeras manifestaciones de Guerra Revolucionaria son dos campamentos de guerrilleros: los Uturuncos, en los montes tucumanos en 1959, y el ya mencionado de Orán en 1964.
Justamente durante los gobiernos del Dr. Frondizi y el del Dr. Illia.
Ambos gobernantes inobjetablemente democráticos, no sólo por ser electos por el pueblo, (que allí no termina la democracia, sino que empieza) sino también por su ejemplar ejercicio del Poder.
No pueden pretextar los guerrilleros que eran pacíficos ciudadanos buscando defender la democracia, porque la democracia estaba bien defendida por esos gobiernos.
La persecución a los terroristas marxistas no fue, como ellos pretenden, represión a los opositores políticos de los gobiernos militares.
La subversión desató una guerra en nuestra Patria desde 1960 en adelante, bajo gobiernos de todos los signos.
De quién eran opositores?
Y quién los perseguía?
Frondizi? Guido? Illia? Perón?
Lo cierto es que La Nación Argentina, para defenderse de la agresión comunista ensayó todos los métodos desde 1964, no importa de qué signo fuera el gobierno de turno.
Aplicó a los agresores la ley común; creó en 1970 la Cámara Federal Penal que procesó y condenó a 1600 guerrilleros, pero que fue disuelta y sus sentencias anuladas en 1973 por el actual Procurador General Dr Righi, quien siendo Ministro del Interior concedió una amnistía a todos los terroristas presos, quienes eran recibidos en la calle por sus camaradas con el grito
¨a cada guerrillero lo espera su fusil¨; volvió a la ley común sin resultados; declaró ilegal al Ejército Revolucionario del Pueblo y al Partido Revolucionario de los Trabajadores por decreto presidencial Nº 1454/73 del gobierno constitucional de Lastiri; en 1974 reformó el Código Penal para "reprimir severa y adecuadamente conductas que han llenado de zozobra a la población" a pesar de lo cual ningún juez pudo condenar a ningún guerrillero; el gobierno recurrió entonces en una breve intentona ilegal al terrorismo de estado con la Triple A; más tarde empeñó parcialmente a las Fuerzas Armadas para aniquilar la subversión en Tucumán por decreto 291/75 del gobierno constitucional de Isabel Perón; declaró a Montoneros asociación ilícita de carácter terrorista por decreto presidencial Nº 2452/75 de ese mismo gobierno.
Ninguna de estas reacciones tuvo éxito, salvo la Operación Independencia, y eso porque los terroristas cometieron un grueso error: trazaron su camino de muerte y desolación por Tucumán.
Intentaron usar la cuna de nuestra independencia para instalar una zona dominada y desde allí expandir su doctrina autoritaria.
Se encontraron con un pueblo de hombres libres que se plantó ante ellos, que los aisló, respaldó y reforzó a su ejército, combatió a su lado y marcó en exitosas operaciones el principio del fin de la invasión marxista.
Coincidencias de la historia.
En 1812 los realistas ensoberbecidos por sus triunfos en el Alto Perú, penetraron en nuestro territorio y también encontraron en Tucumán la barrera infranqueable que los rechazó de nuestras tierras, alejando de ellas para siempre el horror de la guerra y de la esclavitud.
Los tucumanos sintieron y sufrieron por varios años entre 1974 y 1979 la ominosa vecindad de los terroristas marxistas, que se preparaban en los montes vecinos a sus ciudades y pretendían constituir allí un ejército revolucionario de campaña.
Los esfuerzos tucumanos detuvieron la aventura foquista en su provincia, pero la guerra revolucionaria es total, lo que no consiguieron los terroristas en el monte, lo intentaron en nuestras ciudades con renovada intensidad.
El terrorismo marxista desbordó todas las previsiones del estado nacional que hemos enumerado.
Así, la subversión llegó a conformar verdaderos ejércitos clandestinos, con su dirección política, sus contactos y respaldos internacionales, sus combatientes organizados en comandos y unidades a imitación de las militares, sus organizaciones de inteligencia, sus apoyos logísticos de sanidad, materiales, transportes y munición, sus fábricas militares, sus oficinas de reclutamiento, difusión, prensa y propaganda, sus programas de instrucción política y militar en el país y en el extranjero, sus sistemas de relevos y descansos, etc.
Ante el crecimiento en efectivos y en peligrosidad de estas bandas, que según algunos cálculos llegaron a reunir 40.000 hombres (las Brigadas Rojas de Italia nunca superaron los 1000 hombres), la Nación Argentina, por decreto presidencial Nº 2770/75 creó el Consejo de Seguridad Interior presidido por el Presidente de la Nación e integrado por todos los ministros y los comandantes de las Fuerzas Armadas, con el objetivo de dirigir la totalidad de los esfuerzos nacionales para la lucha contra la subversión, y ordenó a sus Fuerzas Armadas, por decreto presidencial Nº 2772/75 que "aniquilaran a la subversión".
Ambos decretos fueron refrendados por el gobierno Constitucional de Italo Luder.
La Argentina rechazó la agresión armada marxista.
Pero no sin sufrimiento.
Pues los terroristas ensangrentaron al país durante 10 años, en los que asesinaron a 1500 personas, de las cuales el 60 % eran miembros de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, y el 40 % eran civiles, empresarios, gremialistas, políticos, funcionarios, sacerdotes, mujeres, niños; e hirieron a muchos más.
Secuestraron a 1750 personas.
Cometieron 21600 atentados terroristas, un promedio de 6 por día.
De nuevo para tener dimensiones comparadas, las Brigadas Rojas realizaron 300 atentados en toda su campaña.
Las Fuerzas Armadas, aplicando las leyes y reglamentos militares en vigencia, cumplieron en pocos años la misión encomendada por la Nación de vencer al enemigo, y al acortar la guerra ahorraron sufrimientos a La Patria.
Comparémonos con Colombia que desde hace 60 años soporta el flagelo constante de la guerrilla, la cual todavía controla una parte del país y arrastra su corte de secuestrados y muertos que se calculan en más de 100.000.
Y nosotros estamos siendo juzgados.
Vuelvo a decirlo:
tenemos el dudoso mérito de ser el primer país en la historia del mundo que juzga a sus soldados victoriosos que lucharon y vencieron por orden de y para sus compatriotas.
Ostentamos ese triste récord que destacó orgullosamente un fiscal por la sencilla razón de que como es lógico nadie nos lo disputó.
Bien recuerda el embajador Abel Posse:
"Ningún país repudió a su ejército por lo que le exigieron sus gobiernos.
Ni Francia por lo de Argelia ni Alemania por las matanzas de Rusia ni Rusia por las masacres de Polonia y Berlín ni Estados Unidos por Hiroshima".
Nosotros podemos preguntarnos, como lo hizo recientemente un oficial uruguayo con patético y auténtico dolor
¿para quién ganamos la batalla?
Ahora la Justicia Nacional nos juzga por supuestos crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas en la Guerra Contrarrevolucionaria.
Se nos señala además, en actitud pedante, que debimos utilizar el Código Penal en lugar de las armas.
¿Pero es que no recordamos que la Nación Argentina usó la ley y la justicia común para tratar de combatir el accionar del terrorismo marxista antes de ordenarle a sus Fuerzas Armadas el uso de las armas?
Y eso a pesar de los crímenes atroces cometidos por el terrorismo marxista entre 1960 y 1975.
Tanto aguantó la Nación antes de decidirse a usar las armas que recuerdo un comentario despectivo que circulaba por esos años en el que se nos decía que los militares sabíamos morir pero no sabíamos matar.
¿Por qué se cambió de procedimiento y las autoridades legalmente constituidas de la Nación finalmente ordenaron a las Fuerzas Armadas "iniciar operaciones militares para aniquilar a la subversión"?
¿Por qué los jueces que hoy nos juzgan aceptaron suspender su tarea de controlar el accionar de las fuerzas armadas subversivas vía la aplicación del Código Penal y entregaron esta responsabilidad a las Fuerzas Armadas legales?
Si el trabajo judicial hubiera sido eficaz, lo lógico hubiera sido que el Poder Judicial no permitiera transferir sus responsabilidades.
Recordemos una vez más que las Fuerzas Armadas combatieron al terrorismo marxista más de un año en Tucumán y seis meses en todo el País, bajo las órdenes y la supervisión de un gobierno electo legalmente en el que funcionaban todas sus instituciones y sus poderes.
Y entonces, con las Fuerzas Armadas empeñadas en combate,
¿cómo es que entre febrero de 1975 y marzo de 1976, ningún juez, ningún legislador, ningún funcionario, ningún periodista, reclamó por los supuestos excesos de las Fuerzas Armadas?
¿Será que en 1975 nadie en la Nación, ni el Poder Ejecutivo, ni el Legislativo, ni el Judicial, ningún funcionario ni periodista, imaginó para frenar la agresión del terrorismo marxista otra solución que usar las armas?
¿Será que se comprendió entonces, como lo prueban numerosos artículos periodísticos de la época, que enfrentábamos una guerra, y que el Poder Judicial con el Código Penal no podía librar una guerra?
Es oportuno recordar que el 17 de Diciembre de 1975 se publicó en ¨ La Razón ¨ un discurso del Ministro de Defensa de Isabel Perón, Dr. Votero, que en uno de sus párrafos decía:
¨ las Fuerzas Armadas en cumplimiento de obligaciones constitucionales y convocadas por el gobierno, han asumido junto a las Fuerzas de Seguridad, la responsabilidad de la acción directa contra la subversión.
Lo han hecho y lo siguen haciendo con marcado y rotundo éxito.
A ellos rindo, como Ministro de Defensa y en nombre de la excelentísima Señora Presidente de la Nación, la gratitud y homenaje del gobierno, llamándolos beneméritos de la Patria y diciéndoles nuestra inquebrantable determinación de no dejar por hacer absolutamente nada de lo que está dentro de nuestras facultades y de nuestro poder de decisión para alcanzar su mas completo exterminio.
¨¡Lo que va de ayer a hoy!
Es que en ese entonces los ilegales estaban en la ilegalidad, y las fuerzas nacionales éramos legales.
Y nadie nos discutía, y mucho menos nos disputaba esa condición, porque las circunstancias eran muy difíciles y pocos estaban decididos y capacitados para enfrentarlas.
Se sucedían los crímenes del terrorismo y las declaraciones triunfalistas de los guerrilleros marxistas hacían temer que éstos tuvieran ya el poder al alcance de sus manos ensangrentadas.
Resulta ridículo que quienes no pudieron hacer la tarea, no por ineptitud sino porque no es misión del Poder Judicial hacer la guerra, nos juzguen y condenen hoy, 30 años después de haber terminado con la violencia gracias al empeño de las Fuerzas Armadas de la Nación, con el argumento, entre otros, de no haber aplicado el Código Penal para derrotar al enemigo.
Detrás de esta maniobra burda y ridícula, están los mismos guerrilleros de aquel entonces ocupando puestos en el Gobierno, buscando ahora matar dos pájaros de un tiro:
Por un lado, desprestigiar a la Justicia de la República que para poder juzgarnos ha debido vulnerar numerosas reglas jurídicas y constitucionales y aplicar el derecho de manera arbitraria e ilegal.
Por el otro, desprestigiar a las Fuerzas Armadas presentando como crímenes las acciones de la Guerra Contrarrevolucionaria.
Porque derrotados, los guerrilleros abandonaron la lucha armada y se mimetizaron en la sociedad simulando ser pacíficos civiles.
Pero no abandonaron sus objetivos.
No cesaron la Guerra Revolucionaria, sino que la trasladaron a otros campos, siguiendo la doctrina de Gramsci que aconsejaba
"La intelligenzia tiene que apoderarse de la educación, de la cultura, y de los medios de comunicación social, para desde allí apoderarse del poder político y con el poder político dominar a la sociedad civil".
Pusieron y ponen en práctica la máxima de Lenin:
"La paz es la continuación de la guerra por otros métodos".
Porque los marxistas no conciben la armonía y la concordia, sino el "conflicto constante", tal cual lo estamos viviendo hoy en nuestro país.
No se han sacado aún la piel de cordero porque les falta todavía eliminar o dominar algunos resortes del Poder.
Cuando sientan que la capacidad de reacción de los argentinos está anulada, entonces van a dar el zarpazo, entonces van a abandonar su disfraz pacifista y legalista y van a utilizar toda la violencia para imponernos su doctrina, de la que no han abjurado aunque declamen democracia y se aprovechen de ella.
Doctrina enemiga de nuestra Constitución puesto que niega a Dios, suprime la Patria, prohíbe la libertad, reemplaza la unión nacional, la paz interior, la justicia y el bienestar general por el conflicto permanente, disuelve la familia, elimina la propiedad, todos ellos valores eminentes y excluyentes de nuestra Carta Magna.
En resumen.
Los argentinos estamos sufriendo una guerra, desatada por el comunismo internacional.
Sus partidarios hoy persisten en su oscuro objetivo.
Con la diferencia desfavorable para la Patria de que, antes los terroristas estaban en la ilegalidad.
Ahora se apropiaron de la legalidad y pretenden ser pacíficos ciudadanos ajustados a la ley y a la Constitución, y en ese rol exigen nuestra condena con el objetivo de romper así el nervio de combate de las Fuerzas Armadas, es decir, suprimir las Fuerzas Armadas, para continuar con la destrucción de nuestras instituciones republicanas (muchas de ellas ya fuertemente conmovidas) y con la modificación diametral de nuestro estilo de vida y de nuestro Ser nacional.
Desde el Poder intentan convertirnos a su sistema esclavista.
Mas grave que lo que nos esta pasando es lo que nos puede llegar a pasar si no reaccionamos.
Espero que los guerrilleros de los 70, hoy en el poder, no logren consumar sus propósitos de afianzarse en él para imponernos su régimen autoritario.
Confío en que los argentinos nos unamos para detener esa marcha hacia el abismo.La democracia es un sistema que dignifica a quienes gobierna, pero para que funcione adecuadamente necesita de gobernantes que no se aparten de la ley y de ciudadanos que no permitan que se aparten.
Es decir, la democracia dignifica al ciudadano pero para funcionar precisa de ciudadanos dignos.
Venimos soportando siete años de autoritarismo, en que los argentinos hemos sido avasallados, escarnecidos, insultados por un gobierno despótico, que ha violado sistemáticamente la Constitución Nacional y la ley y cuya aspiración final es imponernos una tiranía marxista.
Aquí mismo está discurriendo hoy este juicio claramente inconstitucional y sin embargo, hay una multitud de actores desempeñando sus roles como si fuera lícito.
Espero que después de estos años de indignidad, la misma vergüenza de haber soportado este periodo de oprobio, sirva para que en lo sucesivo y para siempre los ciudadanos de nuestra República, tanto gobernantes como gobernados cumplamos y hagamos cumplir estrictamente la Constitución y la Ley y volvamos a inaugurar una nueva etapa democrática que esta vez sea, si, auténtica y permanente.
Hoy la situación nos permite ser moderadamente optimistas.
Pareciera que después de siete años de despotismo, estamos por recuperar nuestra Democracia Republicana, Representativa y Federal y va a volver a regir la Constitución, la Ley, la Justicia y la Libertad, en la Patria de la Libertad.
Luciano B. Menéndez
General de División