El generalato se entero por los diarios de la acusacion contra 23 altos oficiales de la fuerza.
Ayer por la mañana, un importante funcionario del Ministerio de Defensa habló por teléfono con dos encumbrados generales y no tardó en concluir que todavía no habían leído los diarios, donde se ventilaba la denuncia del que acaso sea el mayor escándalo de los últimos años por presuntos hechos de corrupción en el Ejército, y del cual no sabían nada. La situación se repitió con casi todos los generales con despacho en el Edificio Libertador: se enteraron por la prensa que dos de sus pares en actividad y cinco coroneles eran parte de una lista de 23 oficiales y suboficiales pasados a disponibilidad sospechados de cometer actos ilícitos en contrataciones de servicios y compras para el Ejército.
El impacto interno que tuvo la denuncia --radicada el jueves pasado por Defensa ante la Justicia federal a partir de una investigación de la Unidad de Auditoría Interna (UAI) del Ministerio-- volvió a dejar al desnudo la áspera relación de la ministra Nilda Garré con el jefe del Ejército, teniente general Roberto Bendini.
La auditoría implicó un proceso de varios meses y las cosas olieron mal de entrada y con desenlace previsible. Defensa informó a la Casa Rosada, y también a Bendini y su segundo, el general de división Luis Alberto Pozzi.
Pero si bien se mantuvo al tanto, Bendini no se interesó personalmente en el tema ni tomó iniciativas respecto de su fuerza, contaron a Clarín calificadas fuentes del Edificio Libertador. "El episodio mostró una vez más el manejo muy cerrado de Bendini respecto del ministerio", señalaron.
Como se dijo, tampoco los generales estaban advertidos de lo que iba a venirse. Según pudo saber este diario, en susurros y en privado, importantes generales manifestaron su preocupación "por la forma de gestionar los asuntos del Ejército". La denuncia --que involucra también a dos generales retirados recientemente-- cayó como un balde de agua helada y por sorpresa.
Muy a tono con el estilo reservado y esquivo de su jefe, pese a la magnitud del escándalo el Ejército no se pronunció y sus voceros, seguramente obedeciendo órdenes ´de arriba´, tampoco contestaron llamados en las últimas 48 horas.
Bendini se maneja con mucha autonomía y eso causa roces con Garré, lo mismo que ocurrió con su antecesor en Defensa, el hoy senador José Pampuro. Pero Bendini sabe que descansa en el respaldo que le dio Néstor Kirchner en 2003, cuando hizo una purga de generales sin precedentes para colocarlo a él, su militar de confianza en Río Gallegos, al frente del Ejército. Bendini pasó las pruebas de lealtad hacia Kirchner, como cuando descolgó los cuadros de Videla y Bignone del Colegio Militar.
Bendini sigue firme en su puesto pese a la sangría de algunos de sus generales de mayor confianza. El año pasado, Garré echó al jefe de Inteligencia, Osvaldo Montero, por "operar" para desplazarla. A fin de año pasó a retiro el general Roberto Fonseca, secretario general de la fuerza, a quien la ministra no creía ajeno a esos hechos. La semana pasada, la fuga de un represor determinó el pase a disponibilidad del jefe del V Cuerpo, general Oscar Gómez. Todos casos en los que Garré contó con aval de los Kirchner, pese a Bendini.
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